Por: Marco Antonio Hernández
Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos. Doctorado en Antropología.
Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos. Doctorado en Antropología.
Dualidad: los gemelos divinos Xólotl y Quetzalcóatl.
Es ampliamente conocido que el pensamiento mesoamericano implicaba a la dualidad como principal elemento taxonómico del mundo. Existía la materia “caliente-luminosa-alta-viva-masculina-seca” y su opuesto, la materia “fría-oscura-baja-femenina-muerta-húmeda”. Todos los seres están compuestos de ambos tipos de materia y el predominio de una u otra determinaba su papel en el mundo de acuerdo a esta división binaria principal (López Austin, 1996).
De hecho, una de las principales capacidades de los dioses era la posibilidad de fisión o fusión. De esta manera, un dios dado podía dividirse en sus distintas advocaciones, las advocaciones se podían unir para crear entidades mayores o incluso los dioses se podían unir para generar entidades duales superiores. De esta manera. Quetzalcóatl se podía transformar en el luminoso Tlahuizcalpantecuhtli o en el oscuro señor del viento (López Austin, 1996). De hecho, Quetzalcóatl tenía un gemelo opuesto llamado Xólotl. Este segundo dios se representaba como un perro y constantemente complementa o sustituye a Quetzalcóatl en los mitos. Xólotl es capaz de múltiples transformaciones (Morante López, 2000. Ortega Cambranis, 1999. Séjourné, 1962). Su relación indisoluble es clara en la iconografía, ya que ambos portan una joya en forma de sección de caracol marino (León Portilla, 1992).
Quetzalcóatl se relaciona constantemente con la materia luminosa y viva mientras que Xólotl se vincula con la material oscura y muerta. Uno no puede existir sin el otro. La partícula xolo se puede traducir como monstruoso o larvario. Estas acepciones pueden sustentar que simbólicamente, Xólotl no esta vivo y por lo tanto está incompleto. Por otro lado su monstruosidad parece tener un sentido divino similar a la concepción kantiana de lo sublime. Tanto lo sublime como lo monstruoso son infinitos. Un monstruo desafía la ley natural por definición, implicando la presencia de lo divino. (Godoy, 2004)
La capacidad del perro para dar a luz a los gemelos opuestos es una metáfora del mito de la dualidad de Xólotl y Quetzalcóatl. El nombre xoloitzcuintli no solo se refiere a su relación directa con este dios, también implica un recurso poético. Es así que tal y como la presencia de Xólotl implica la existencia de Quetzalcóatl, en el ámbito mítico, el nombre xoloitzcuintli (perro sin pelo) implica la existencia del itzcuintli (perro con pelo), acentuando y disipando a la vez sus diferencias. Por lo tanto, una manera de apreciar correctamente esta raza canina dual y mexicana es a través de la aceptación de ambas variedades (con pelo y sin pelo) y comprender su indisoluble relación tanto en lo sociocultural como en lo biológico.
Es ampliamente conocido que el pensamiento mesoamericano implicaba a la dualidad como principal elemento taxonómico del mundo. Existía la materia “caliente-luminosa-alta-viva-masculina-seca” y su opuesto, la materia “fría-oscura-baja-femenina-muerta-húmeda”. Todos los seres están compuestos de ambos tipos de materia y el predominio de una u otra determinaba su papel en el mundo de acuerdo a esta división binaria principal (López Austin, 1996).
De hecho, una de las principales capacidades de los dioses era la posibilidad de fisión o fusión. De esta manera, un dios dado podía dividirse en sus distintas advocaciones, las advocaciones se podían unir para crear entidades mayores o incluso los dioses se podían unir para generar entidades duales superiores. De esta manera. Quetzalcóatl se podía transformar en el luminoso Tlahuizcalpantecuhtli o en el oscuro señor del viento (López Austin, 1996). De hecho, Quetzalcóatl tenía un gemelo opuesto llamado Xólotl. Este segundo dios se representaba como un perro y constantemente complementa o sustituye a Quetzalcóatl en los mitos. Xólotl es capaz de múltiples transformaciones (Morante López, 2000. Ortega Cambranis, 1999. Séjourné, 1962). Su relación indisoluble es clara en la iconografía, ya que ambos portan una joya en forma de sección de caracol marino (León Portilla, 1992).
Quetzalcóatl se relaciona constantemente con la materia luminosa y viva mientras que Xólotl se vincula con la material oscura y muerta. Uno no puede existir sin el otro. La partícula xolo se puede traducir como monstruoso o larvario. Estas acepciones pueden sustentar que simbólicamente, Xólotl no esta vivo y por lo tanto está incompleto. Por otro lado su monstruosidad parece tener un sentido divino similar a la concepción kantiana de lo sublime. Tanto lo sublime como lo monstruoso son infinitos. Un monstruo desafía la ley natural por definición, implicando la presencia de lo divino. (Godoy, 2004)
La capacidad del perro para dar a luz a los gemelos opuestos es una metáfora del mito de la dualidad de Xólotl y Quetzalcóatl. El nombre xoloitzcuintli no solo se refiere a su relación directa con este dios, también implica un recurso poético. Es así que tal y como la presencia de Xólotl implica la existencia de Quetzalcóatl, en el ámbito mítico, el nombre xoloitzcuintli (perro sin pelo) implica la existencia del itzcuintli (perro con pelo), acentuando y disipando a la vez sus diferencias. Por lo tanto, una manera de apreciar correctamente esta raza canina dual y mexicana es a través de la aceptación de ambas variedades (con pelo y sin pelo) y comprender su indisoluble relación tanto en lo sociocultural como en lo biológico.