Cuando
se entra al mundo del xoloitzcuintle[1], a la
par que se aprende sobre su cuidado, surgen nuevos intereses en torno a la raza.
En este caso, fueron las diferentes representaciones que se han hecho de este
perro mesoamericano a lo largo de la historia de México.
Dentro
de los artistas plásticos encontrados[2], la
obra de Aída Emart llama la atención. Si bien, en un primer momento, no se
encontraron muchas piezas donde apareciera el xoloitzcuintle[3], nos
pudimos dar cuenta de la cercanía que tiene con estos canes por la manera
desenfada y entrañable de pintarlos.
Tiempo
después y gracias a las redes sociales, su obra volvió hacerse presente. Las
pinturas, dibujos y bocetos dedicados a los xolos se habían incrementado. Los
xoloitzcuintles convivían con niñas de largas cabelleras adornadas con listones
rojos, con niños de mirar inocente, así como con Friditas, e inclusive los encontramos haciendo mancuerna con la singular Catrina.
También
estaban los xolos convertidos en una especie de alebrijes de color azul,
acompañando a las mujeres de mirar enigmático que forman parte del estilo de la
artista.
En
una entrevista[4], la
pintora aclara que ella empezó a pintar xolo-alebrijes a la muerte de Princesa Azteca, xoloitzcuintle con la que
había vivido varios años. Aclarando más adelante que el color azul se debe al último suéter que tuvo su
mascota, mismo con el que está representada en un cuadro.
En
la pintura mencionada, aparecen “un niño
y una niña mexicanos, ambos en la cocina abrazando un xolo, en tanto que este,
con la mirada parece decir: ¡sí me aman!”[5].
Entre
soles, casas, sillas; cestos, mazorcas, alcatraces; sandias, gallos, colibríes;
mariposas, toros, caballos; palomas y gatos; los xolos forman parte
sobresaliente del universo creado por
Aída Emart para el deleite visual.
Una
de las pinturas, la titulada Muchas noches
han pasado, donde una mujer sostiene en su regazo a un xoloitzcuintle, es
una obra llena de simbolismo, como el de la luna, relacionada con la mujer y la
fertilidad. Alusión reafirmada por el pelo largo que la dama sostiene y acomoda
con una mano. También está presente la muerte (cráneos), y el perro – en este
caso un xoloitzcuintle - que según la
tradición nahua encamina a los fallecidos al Mictlán, acentuando con ello, en
este trabajo, la idea de la continuidad vida-muerte.
Otra
pintura que entraña la misma carga simbólica es Al rescate de la Luna, donde están representados la muerte, el perro
y una luna que parece ser depositada dentro de una vasija. La luna-mujer-fertilidad
es rescatada por el can de las manos de la muerte, guardando cierto paralelismo
al mito precortesiano donde Quetzalcóatl-Xólotl rescata del inframundo los
huesos de los gigantes para crear al ser
humano.
Las
influencias en la obras de Aída Emart son variadas, sin embargo, la de la
escuela mexicana de pintura se deja entrever, haciendo de sus trabajos un recordatorio
del México rural con reminiscencias prehispánicas; sin olvidar la parte urbana, sin dejar de lado
la gran ciudad de México donde reside.
La
pintura Xoloitzcuintle con su escuincle
es un ejemplo de esa sobriedad bucólica que, sin embargo, encierra en su
colorido la alegría de estar vivo – de estar enamorado de la vida -, así como
lo expresan muchos de los pueblos originarios de las república mexicana durante
sus fiestas populares.
Una
mezcla de tranquilidad, amor y a veces un poco de sensualidad, en diferentes
porciones, es lo que tenemos en la obra
de Aída Emart; trabajos que vale la pena conocer para complacerse en un remanso
de paz y felicidad.
Enero de 2018.
[1] En el
2009.
[2] La
búsqueda empieza en 2010. El texto
resultante fue Las representaciones del
xoloitzcuintle publicado en el blog Itzcuintli:
Perro Mesoamaricano en el año 2013, mismo que puede leerse en la siguiente
dirección:
[3] Se
encontró una pintura del año 2006.
[4] Véase
Cervantes Conde, Rosaura. “Dibujar por la mañana mantiene a la pintora Sana:
Aída Emart” en el número 202 de la
Revista Personae es excelencia del
mes de septiembre de 2016.
[5]
Ibíd., p. 30