Por: Marco Antonio Hernández Escampa Abarca
En el presente, uno de los temas de mayor interés es la correcta estandarización de la forma con pelo del xoloitzcuintle. Al parecer existe un consenso acerca de preferir las orejas erectas y el pelaje corto, ambas características coherentes tanto con el carácter primitivo de la raza como con su ambiente tropical de origen.
Por otro lado, el color o grupo de colores que habrán de considerarse típicos representan un tema de discusión acerca del cual hay que tomar en cuenta distintos ángulos. La osteología nos permite conocer diversos aspectos acerca de la apariencia de los perros mexicanos antiguos. Por ahora se sabe que en promedio rondaban los 40 cm a la cruz y que sus proporciones eran ligeramente más alargadas que en la actualidad. Sin embargo, en cuanto a colores, la osteología prácticamente no puede aportar ningún indicio sobre el tema. Por otro lado, la iconografía nos muestra que los perros son representados en los códices y pinturas mostrando una gama de colores que incluye el blanco, el rojo, el negro y sobre todo el perro blanco con manchas negras. De hecho, se ha llegado a afirmar que para efectos simbólicos, el perro era el animal manchado por excelencia. También resulta necesario mencionar que algunos perros son representados con combinaciones abigarradas de colores y también existen casos donde los perros son oscuros y presentan manchas rojizas sobre los ojos y en las patas, lo cual es una reminiscencia del patrón conocido como negro y fuego y otros similares. De hecho, uno de los íconos de Xólotl más conocidos justamente representa un perro oscuro con elementos anaranjados. Lo anterior se refiere principalmente a perros con pelo, aunque en menor medida probablemente a perros desnudos. Finalmente, una crónica colonial es sumamente explícita al establecer que el xoloitzcuintle sin pelo es manchado en “azul y leonado”. Independientemente de lo que se desee interpretar bajo tales términos, la realidad es que se está hablando de un animal con un color no uniforme.
De lo anterior se deduce claramente, que si existían perros con pelo blancos o blancos con manchas, la contraparte desnudad tendería a presentar zonas manchadas en blanco, o más técnicamente hablando, carentes de pigmentación. Llanamente, el xoloitzcuintle desnudo “mariposa” y similares debió existir desde un pasado muy remoto. No obstante, es justo conceder que el manchado debe ser controlado en las partes superiores, más expuestas al sol, para evitar quemaduras solares. Probablemente las manchas deban reducirse a vientre, pechos y patas. Todo lo anterior sin demeritar el hecho de que los ejemplares sin pelo de color oscuro y uniforme representan una alternativa paralela, ampliamente conocida.
En el presente existe una tendencia a “uniformizar” la raza, argumentando que ambas variedades deberían lucir similares. Sin duda el color representa un elemento visual importante, pero en todo caso a la vez es secundario. La uniformidad debería centrarse mucho más en la morfología que en el color. Por lo tanto, la preferencia por colores uniformes y oscuros argumentando que así se parecerán más ambas formas es cuestionable. De hecho, el concepto mismo de dualidad implica opuestos y sin llegar a afirmar que por lo tanto el blanco debería ser el color del xolo con pelo, ciertamente los colores claros y los no uniformes deberían permanecer en la raza, si es que se pretende conservar aspectos que fueron simbólicos para culturas ancestrales.
Otro problema acerca del color en el xoloitzcuintle con pelo es que algunos colores son resultados de cruces accidentales o intencionales. Sin duda, el perro con pelo al expresar su fenotipo pleno nos puede indicar mucho acerca de la coloración de sus ancestros, incluso muchas generaciones atrás. Sin embargo, resulta absurdo aceptar un hermano desnudo por ser “negro” mientras que se rechaza al hermano de camada por presentar un pelaje con color “propio” de otra raza, cuando ambos probablemente comparten exactamente la misma información genética en cuanto al color, o al menos potencialmente muy similar. Simplemente no hay criterio absoluto para establecer qué colores existían en tiempos antiguos y cuáles no, únicamente tenemos ciertas guías o referencias.
Otra manera de intentar aportar elementos argumentativos acerca del color típico en el xoloitzcuintle es la observación de la población canina de la Cuenca del Río Balsas. Si bien esta población cada vez incrementa su porcentaje de intrusión genética, al mismo tiempo es el único referente “vivo” al respecto. Las observaciones realizadas de manera cualitativa arrojan la presencia de perros de color amarillo-rojizo como población mayoritaria, pero también hay ejemplos de perros negros, grises y cafés y desde luego blancos con manchas, blancos e incluso varios presentan el patrón “negro y fuego” y similares. Todo esto es coherente con las representaciones cromáticas en los códices.
Por otro lado, el color o grupo de colores que habrán de considerarse típicos representan un tema de discusión acerca del cual hay que tomar en cuenta distintos ángulos. La osteología nos permite conocer diversos aspectos acerca de la apariencia de los perros mexicanos antiguos. Por ahora se sabe que en promedio rondaban los 40 cm a la cruz y que sus proporciones eran ligeramente más alargadas que en la actualidad. Sin embargo, en cuanto a colores, la osteología prácticamente no puede aportar ningún indicio sobre el tema. Por otro lado, la iconografía nos muestra que los perros son representados en los códices y pinturas mostrando una gama de colores que incluye el blanco, el rojo, el negro y sobre todo el perro blanco con manchas negras. De hecho, se ha llegado a afirmar que para efectos simbólicos, el perro era el animal manchado por excelencia. También resulta necesario mencionar que algunos perros son representados con combinaciones abigarradas de colores y también existen casos donde los perros son oscuros y presentan manchas rojizas sobre los ojos y en las patas, lo cual es una reminiscencia del patrón conocido como negro y fuego y otros similares. De hecho, uno de los íconos de Xólotl más conocidos justamente representa un perro oscuro con elementos anaranjados. Lo anterior se refiere principalmente a perros con pelo, aunque en menor medida probablemente a perros desnudos. Finalmente, una crónica colonial es sumamente explícita al establecer que el xoloitzcuintle sin pelo es manchado en “azul y leonado”. Independientemente de lo que se desee interpretar bajo tales términos, la realidad es que se está hablando de un animal con un color no uniforme.
De lo anterior se deduce claramente, que si existían perros con pelo blancos o blancos con manchas, la contraparte desnudad tendería a presentar zonas manchadas en blanco, o más técnicamente hablando, carentes de pigmentación. Llanamente, el xoloitzcuintle desnudo “mariposa” y similares debió existir desde un pasado muy remoto. No obstante, es justo conceder que el manchado debe ser controlado en las partes superiores, más expuestas al sol, para evitar quemaduras solares. Probablemente las manchas deban reducirse a vientre, pechos y patas. Todo lo anterior sin demeritar el hecho de que los ejemplares sin pelo de color oscuro y uniforme representan una alternativa paralela, ampliamente conocida.
En el presente existe una tendencia a “uniformizar” la raza, argumentando que ambas variedades deberían lucir similares. Sin duda el color representa un elemento visual importante, pero en todo caso a la vez es secundario. La uniformidad debería centrarse mucho más en la morfología que en el color. Por lo tanto, la preferencia por colores uniformes y oscuros argumentando que así se parecerán más ambas formas es cuestionable. De hecho, el concepto mismo de dualidad implica opuestos y sin llegar a afirmar que por lo tanto el blanco debería ser el color del xolo con pelo, ciertamente los colores claros y los no uniformes deberían permanecer en la raza, si es que se pretende conservar aspectos que fueron simbólicos para culturas ancestrales.
Otro problema acerca del color en el xoloitzcuintle con pelo es que algunos colores son resultados de cruces accidentales o intencionales. Sin duda, el perro con pelo al expresar su fenotipo pleno nos puede indicar mucho acerca de la coloración de sus ancestros, incluso muchas generaciones atrás. Sin embargo, resulta absurdo aceptar un hermano desnudo por ser “negro” mientras que se rechaza al hermano de camada por presentar un pelaje con color “propio” de otra raza, cuando ambos probablemente comparten exactamente la misma información genética en cuanto al color, o al menos potencialmente muy similar. Simplemente no hay criterio absoluto para establecer qué colores existían en tiempos antiguos y cuáles no, únicamente tenemos ciertas guías o referencias.
Otra manera de intentar aportar elementos argumentativos acerca del color típico en el xoloitzcuintle es la observación de la población canina de la Cuenca del Río Balsas. Si bien esta población cada vez incrementa su porcentaje de intrusión genética, al mismo tiempo es el único referente “vivo” al respecto. Las observaciones realizadas de manera cualitativa arrojan la presencia de perros de color amarillo-rojizo como población mayoritaria, pero también hay ejemplos de perros negros, grises y cafés y desde luego blancos con manchas, blancos e incluso varios presentan el patrón “negro y fuego” y similares. Todo esto es coherente con las representaciones cromáticas en los códices.