Creatividad, papel, cartoncillo,
pegamento, un poco de pintura y convivencia con xoloitzcuintles, es lo que
marca el trabajo realizado por Felipe Nava para crear un particular ejército
canino que, de repente, nos hace creer que estamos en las riberas del Chiconahuapan
listos para atravesarlo.
A los miembros del contingente los
encontramos en varias posturas y tamaños, eso sí, sin dejar de lado el porte
elegante que caracteriza a este perro mexicano.
Doblez tras doblez, el cuerpo
toma forma. Puede estar parado, sentado, en posición de juego o echado, lamiéndose,
ser cachorro o adulto, tener copete o no pero, sin duda, son una representación
más del xoloitzcuintle.
Los motivos prehispánicos que los
adornan realzan el lugar que tienen dentro de la cultura mexicana, otro tanto
cuando una de las mitades de su cuerpo toma forma de esqueleto, representando la dualidad vida-muerte, misma
que nos recuerda el viaje de Quetzalcóatl al Mictlán y la manera como el perro
se convierte es una especie de psicopompo o guía de almas, motivo por el cual
ha sido reincorporado a las ofrendas de Día
de Muertos.
Pero si de símbolos se trata,
algunos tienen ilustrados los días del calendario
mexica, así como un juego de pelota que nos habla de otro viaje al mundo de los
muertos, el realizado por los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, en la zona maya, quienes
enfrentan a los señores del Xibalbá y salen victoriosos.
También los hay decorados con
motivos florales y con caracoles marinos que evocan al dios gemelo de
Quetzalcóatl - a Xólotl -, aquella deidad que huyó para no ser sacrificado
escondiéndose en el agua, en el corral y en la cocina, originando al ajolote, al
guajolote y al tejolote.
Es sorprendente como utilizando
materiales sencillos y al alcance de la mano, se pueda crear un mundo de xolos
y que estas pequeñas obras puedan evocar tantas concepciones y creencias de los
antiguos mexicanos. En hora buena por esta iniciativa.
Octubre de 2014.