Fotografías personales
y pinturas subrayan el valor que los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo dieron
a los perros mexicanos llamados xoloitzcuintles. A lo largo de su vida
poseyeron varios ejemplares, hecho que sirvió para que este perro tuviera
realce en el ámbito cultural mexicano, para después trascender y volverse un
icono de lo nacional.
Buscando información
que tratara del xolo en este periodo, encontramos un libro, escrito por la sobrina
de la pareja, que aporta algunos datos sobre el tema.
Isolda Pinedo Kahlo en
su libro Frida Íntima[1] proporciona una
mirada diferente sobre la pintora. En él, deja ver a una mujer tierna,
cariñosa, a la que le gustaba ayudar a los demás; a una buena mujer en el trato
con la gente de su entorno pero, sobre todo, un ser sincero gozando de la vida.
Gracias al texto
conocemos algunos detalles de la identidad y vida cotidiana de las personas que
flanquean a la pintora en una de sus tantas fotografías. Imagen que llama la
atención pues posa junto a gente con rasgos indígenas y mestizos. En dicha foto
ella está sentada al centro con un xolo sobre sus piernas, a la derecha dos
hombres, Chucho y Sixto, uno sentado y otro de pie; a la izquierda dos mujeres,
Cruz y Georgina[2], en posición similar a los
anteriores; todos ellos trabajadores de la Casa Azul.
Chucho fue un mozo que
llegó cuando las hermanas Kahlo-Calderón eran jóvenes quedándose a su servicio
hasta la muerte de Frida[3],
en tanto que Cruz era la cocinera de la casa[4].
Para resaltar la
calidez de la artista, la autora nos habla de los animales y su relación con
Frida Kahlo:
"Otro detalle
que... habla de su bondad y amor a la vida, son los animales que mantuvo en sus
casas de Coyoacán y San Ángel. Por ahí pasó de todo: monos araña, un
cervatillo, un águila, un mapache, dos loros y hasta perros aztecas".
Preguntándose más adelante "si no serían esos animalitos, tan
compañeros en sus cuadros, los que le ayudaron a mantener la suavidad en sus
brazos de madre, tantas veces malograda"[5].
Entre los animales “tan compañeros en sus cuadros” menciona
a dos de los perros "aztecas", a los xoloitzcuintles
consentidos de Diego: el Señor Xólotl y la señora Xolotzin.[6] Precisamente de
esta última es una de las fotografías que se muestran en dicho libro. En
ella aparecen los dos sobrinos de Frida
Kahlo: Antonio e Isolda (hijos de Cristina) acompañados por la perra antes
mencionada en uno de los corredores de la casa de Coyoacán.
En tanto, al Señor
Xólotl se le puede observar, desde cachorro hasta adulto, en varias
imágenes acompañado por Frida Kahlo como
por Diego Rivera, así como en una pintura y un dibujo de su diario. Existe
también, en este último documento, varios bocetos dedicados a la “Señorita
Capulina”.
Fauna con la que, al
enfermar la artista y no pudiendo asistir a dar clases a la Esmeralda, convivieron sus alumnos[7] en los jardines de la
Casa Azul, lugar donde se respiraba un agradable ambiente: "Todos los habitantes de aquella casa vivían
inmersos en sincera cordialidad. Convivían en perfecta armonía los hijos de los
sirvientes, pintores, un carpintero, químicos, artistas y hasta los miembros
del Partido Comunista"[8]. Sin embargo, el
desenlace estaba cerca.
Ya en 1954, su último
año de vida, dice una nota del diario de la pintora, que había pasado "una tarde maravillosa" en compañía
de Diego Rivera, Teresa Proenza[9],
"La señorita Capulina, el señor
Xólotl, la señora Kosti"[10] que eran sus perros.
Comentario que trae a la memoria la proximidad de Frida Kahlo con los xolos y aquella
foto, obra de Werner Bischof, en la que ella esta acostada en una cama, acompañada
por un xoloitzcuintle que ocupa el espacio de la pierna amputada.
Los animales, en
especial los canes por su cercanía con el ser humano, tuvieron un lugar importante en la vida y obra
de Frida Kahlo; fueron compañía en el acontecer de su existencia.
Febrero 2015