Por: Marco Antonio Hernández
Escampa-Abarca
Las fuentes históricas
brindan información para aproximarse al color de los perros mesoamericanos.
Resulta razonable proponer que el xoloitzcuintle (con pelo y sin pelo) como
subconjunto poblacional pudo compartir, en gran parte o en su totalidad, la
paleta cromática del resto de los perros de la región. La iconografía
prehispánica muestra que los perros fueron representados en los códices
mostrando una gama de colores que incluye el blanco, el rojo, el amarillo, el
negro y sobre todo el perro blanco con manchas negras. De hecho, se ha llegado a afirmar que para
efectos simbólicos, el perro era el animal manchado por excelencia, tanto en el
Altiplano como en el área Maya. Entre los mayas, el signo “Oc” (perro)
simplemente consiste en un esbozo de orejas y una mancha. Tales manchas en
algunos casos poseen significados celestes (Seler, 2008: 40-63):
“Debido a su importancia
práctica, ritual y mitológica, en los manuscritos con frecuencia encontramos
representado al perro. En los códices mexicanos el perro generalmente está
pintado de blanco con grandes manchas negras. También aparece solamente de
blanco…asimismo solo de negro. En la mayoría de los casos está presente una
gran mancha negra en la zona alrededor del ojo. [Otras veces las figuras] están
en amarillo o bermellón [o] completamente en rojo….En el códice Nutall la
mancha negra sobre el ojo a veces lleva manchas blancas circulares sobre el
fondo negro. En este caso se trata del cicitlallo, o pintura del cielo
estrellado, el símbolo del cielo estrellado o de la noche.” (Seler, 2008: 42)
Las primeras referencias europeas sobre los perros americanos son simples
menciones acerca de los perros caribeños. Estos perros fueron trasladados a las
islas provenientes del continente y de ahí su representatividad.
En el segundo viaje de Colón se
embarcó el Doctor Diego Álvarez Chanca, sevillano, quien a finales de 1493 o inicios de 1494 escribió
desde La Española una carta-relación
dirigida al Cabildo de Sevilla. De este autor se conoce el siguiente pasaje
referente a la llegada a Haití tras haber explorado otras islas incluyendo
Puerto Rico:
“Es tierra
muy singular, donde hay infinitos ríos grandes e sierras grandes e grandes
valles rasos, grandes montañas; sospecho que nunca se secan las yerbas en todo
el año. Non creo que hay invierno ninguno en esta nin en las otras porque por
Navidad se fallan muchos nidos de aves, dellas con pájaros e dellas con huevos.
En ella ni en las otras nunca se ha visto animal de cuatro pies, salvo algunos
perros de todos colores, como en nuestra patria, la hechura como unos gosques
grandes; de animales salvajes, no hay…”
(Álvarez Chanca, 1973:51)
Este testimonio posee gran relevancia
porque posiblemente se trate de la primera nota sobre el color de los perros
americanos, en un momento en el que cualquier influencia de perros introducidos
desde Europa aún resulta despreciable. Si bien no contiene un listado
explícito, queda patente una diversidad cromática comparable a la del Viejo
Mundo. Lo dicho sustenta la premisa de que varios, sino es que todos, los
colores del manto canino estaban presentes en América desde tiempos muy
remotos.
Posteriormente, en el libro titulado
“Primer Viaje de Felipe el Hermoso a España en 1501”, publicado por primera vez
en 1876 (Zalama, 2006), Antonio de Lalaing, relata que le enseñaron como curiosidades de las
Indias Occidentales, a Juana de Castilla y Felipe I, el Hermoso:
“… dos cosas muy nuevas, la
una fue un perro completamente negro que no tenía ningún pelo y alargaba su
hocico según la forma de una negra; la otra un papagayo verde…” (Lalaing, 1952, en Weiss,
1970).
Como es ampliamente conocido, el
tercer viaje de Colón (1498-1500) también incluyó contacto con las costas del
norte de América del Sur (Venezuela). No sería sino hasta el cuarto viaje
(1502-1503) que se tocaría la costa caribeña de Centroamérica, pero nunca las
costas de México De acuerdo a las fechas consideradas, este primer perro negro
y pelón en Europa debió arribar a España
procedente sea de las Antillas o bien de América del Sur.
Años después, Fray
Bernardino de Sahagún en su obra titulada Historia
General de las Cosas de la Nueva España (1547-1577), en el Libro Undécimo
titulado “De las propiedades de los animales, aves, peces, árboles, hierbas,
flores, metales y piedras, y de los colores” relata:
“50.- Los perros de esta tierra tienen cuatro nombres: llámanse chichi,
itzcuintli, xochiocóyotl y tetlamin y también teúitzotl. Son de diversos
colores, hay unos negros, otros blancos, otros cenicientos, otros buros, otros
castaños oscuros, otros morenos, otros pardos y otros manchados. (Sahagún,
1992:628 )
Nuevamente
se insiste en pelajes de diversos colores en toda la gama posible desde el
negro hasta el blanco, incluidos los perros manchados. Además las ilustraciones
muestran perros diversos incluido uno interpretado como “golondrino” (Blank, 2006).
A continuación, en el Apéndice del Tercer
Libro, Sahagún relata el mito del cruce del río en el Inframundo y de nuevo se
mencionan algunos colores de pelaje, ya que contrariamente a la versión
popular, son perros con pelo los implicados en este pasaje:
23.- Por esta causa los naturales solían
tener y criar los perritos, para este efecto; y más decían, que los perros de
pelo blanco y negro no podían nadar y pasar el río, porque dizque decía el
perro de pelo blanco: yo me lavé; y el perro de pelo negro decía: yo me he
manchado de color prieto, y por eso no puedo pasaros. Solamente el perro de
pelo bermejo podía bien pasar a cuestas a los difuntos, y así en este lugar del
infierno que se llama Chiconaumictlan, se acababan y fenecían los difuntos. (Sahagún,
1992: 206-207)
Por su parte, Francisco Hernández de Toledo en su calidad de “protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra
firme del mar Océano” desembarcó en
Veracruz en 1571 y realizó trabajo de campo hasta 1574, con la finalidad de
estudiar la flora nativa y sus usos medicinales, así como la fauna. En su Historia natural de Nueva España se toca
el tema de los perros y menciona el color para formas caninas:
“…El primero, llamado Xoloitzcuintli, supera a los otros en tamaño, que
es por lo general de más de tres codos, y tiene la peculiaridad de no estar
cubierto de pelo, sino de una piel suave y lisa
manchada de leonado y azul. El segundo es parecido a los perros
malteses, manchado de blanco, negro y leonado, pero giboso, con cierta curiosa
y graciosa deformidad, y con la cabeza como saliéndole de los hombros mismos;
suelen llamarle mechoacanense por la región donde nace.” (Hernández,1999:
152-153)
Por lo tanto, el texto hace referencia a los perros desnudos manchados
en dos colores y se describe claramente un perro con tres colores en su pelaje.
Ya en el siglo XVIII y basándose en Hernández, el jesuita Francisco Saverio
Clavigero (Clavigero, 1826:33-43) expone una serie de cuadrúpedos varios
entre los que se menciona al Joloitzcuintli y otros “perros”, nuevamente
tricolores:
“…El primero [itzcuintepotzotli], cuyo
nombre significa, perro jorobado, era del tamaño de un perro maltés, y tenía la
piel manchada de blanco, leonado y negro. La cabeza era pequeña, con respecto
al cuerpo, y parecía unida íntimamente a este, por ser el pescuezo grueso, y
corto. Tenia la mirada suave, las orejas bajas, la nariz con una prominencia
considerable enmedio, y la cola tan pequeña que apenas le llegaba a media
pierna : pero lo mas singular en él, era una joroba que le cogía desde el
cuello hasta el cuarto trasero. El pais en que mas abundaba este cuadrúpedo era
el reino de Michuacan, donde se llamaba ahora…El Joloitzcuintli, es mayor que
los dos precedentes, pues en algunos individuos el cuerpo tiene mas de cuatro
pies de largo. Tiene las orejas derechas, el cuello grueso, y la cola larga. Lo
mas singular de este animal es estar enteramente privado de pelo ; pues solo
tiene sobre el hocico algunas cerdas largas, y retorcidas. Todo su cuerpo está
cubierto de una piel lisa, blanda, de color de ceniza, pero manchada en parte
de negro y leonado…” (Clavigero, 1826: 40-41)
También durante el siglo XVIII, en su famosa obra Systema Naturae Carlos Linneo sentó las bases para una taxonomía
científica moderna utilizando el sistema binomial. En la duodécima edición de
esta obra, se incluye la descripción del Canis mexicanus que abarca el término
Xoloitzcuintli y se describe en latín a esta “especie” como: “Corpus cinereum fascis fuscis. Maculae
fulvae in fronte collo, pectore, ventre, cauda”, es decir con: Cuerpo gris marrón, compacto. Manchas de color amarillo en la frente, el cuello pecho, vientre y cola. (Linné, 1776:56-60). Cabe mencionar que esta denominación
ahora resulta obsoleta y el xoloitzcuintle actualmente se clasifica como una
raza más dentro de la especie Canis lupus
familiaris, es decir, el perro doméstico.
Como conclusión es posible afirmar que los
perros mesoamericanos históricamente han presentado una gama muy amplia de
colores que incluye colores sólidos así como manchados en dos y hasta tres
colores, tanto en pelaje como en piel. Los perros manchados además de haber
sido representados y mencionados en diversas épocas tienen significado
cultural, en especial por el énfasis registrado en los códices. Lo mismo puede
decirse de los perros negros, rojos y blancos mencionados en los mitos, ya que
estos colores se relacionan con los rumbos en la cosmovisión antigua. Si bien a
partir del siglo XVI las poblaciones caninas mesoamericanas se han enriquecido
genéticamente con aportaciones de otros continentes, la diversidad cromática
les es inherente y no es necesario recurrir a dichas fuentes externas para
explicar su variabilidad genética.